Clìnica de las emergencias
de Mirta Holgado y Mirta Pipkin
Comentario de Vicente Libardi
Rescatar al sujeto de los laberintos del trauma y participar de su restitución al mundo simbólico ha sido la tarea que durante mucho tiempo nos planteamos en el trabajo compartido con las autoras.
Pero, para poder llegar a decirlo de esta manera, el recorrido teórico y la práctica clínica han sido intensos. Las interminables discusiones acerca de los conceptos de urgencia y emergencia, así como la viabilidad de ajustar los abordajes al marco de la doctrina psicoanalítica, no han sido en vano. El producto está a la vista y es una impecable articulación de las herramientas que proporciona la teoría con el propósito enunciado.
Es de mencionar también el tratamiento que las autoras hacen del tiempo en cuanto temporalidad, es decir las épocas, que implica la consideración de las consecuencias de los acontecimientos en la subjetividad, así como la concepción psicoanalítica de los tiempos lógicos en el devenir de la clínica.
Sin duda, cada uno de los artículos, es un “refresh” que nos hace pensar que con el psicoanálisis podemos hacer más cosas de las que creíamos.
Comentario de Beatriz Castillo
David Brooks, escribe, hace unos días, desde Nueva York, un artículo en la Contratapa de Página 12, cuyo título es: Urgencias. Una de las sensaciones más raras aquí, dice, es la ausencia de lo urgente. Las noticias –sobre guerras, desigualdad social, crisis ambiental, etc.-no dejan descansar, pero tampoco parecen despertar respuestas. Todo se presenta con mayor prisa cada vez, pero nada urge. ¿Qué sucede en un país sobre informado de cosas tan graves que directamente, y en este mismo momento, afectan de manera dramática a tantos, pero donde esa información no se traduce en acción urgente? El libro que se presenta hoy apunta en ese sentido: tanto en el campo social cuanto en el de las urgencias subjetivas, propone desechar la prisa e introducir un intervalo donde mediante las palabras, la recuperación del pensamiento y la memoria “se construya un puente que, desde el presente angustioso, pueda articularse con el pasado y el futuro” (M.Pipkin. Del tiempo en psicoanálisis al tiempo en las urgencias). Tal vez, dice Brooks, recuperar la memoria es la clave para que lo urgente recupere su urgencia. Lo que preocupa es que llegue un día en que sea demasiado tarde para hablar de lo urgente.
Creo que el acento que pusieron las autoras en el uso, en la profanación y en el jugar constituye un nuevo horizonte que merece ser explorado.
Comentario de Eduardo Smalinsky
Ha sido una satisfación el encuentro con este libro de mis queridas compañeras Mirta Holgado y Mirta Pipkin. No solo me resulta satisfactorio el compartir preocupaciones e ideas, sino también el hacerlo desde diferentes perspectivas. Sus artículos me resultaron actuales, no tanto por lo novedoso sino por la actualidad que implica para el psicoanálisis encontrar , al decir de Ignacio Lewkowicz, “situar condiciones de escucha en los puntos en que emerge una voz”.
Retomaré del prologo y de la parte 1 de este libro la idea de estado decepción como aquel que no posibilita el desarrollar la capacidad de experimentar ilusiones, esto no se refiere a las ilusiones imaginarias sino a que la posibilidad de usar solo es posible cuando el estado ambiente nos permite “crear” ese mundo de encontramos. La pregunta del prologo sobre la operatividad del psicoanálisis para subjetivar el arrasamiento está íntimamente relacionada a las dificultades en el uso, dificultad propia de la sociedad de consumo capitalista que consume tanto objetos como saberes, que son idealizados, sacralizados y como lo refieren en Agamben, no son susceptibles de uso pues no pueden ser profanados.
Las instituciones para ser habitables tienen que poder ser usadas tanto por los que acuden por su sufrimiento, como por los que trabajamos en ellas. Y el usarlas implica que podamos crear y encontrar los espacios y los tiempos para tornarlos habitables. Para que una institución se preste a ser usada es deseable que se torne disponible , disponible a lo que se demanda, a la consulta a la locura.. Son sus agentes los que están en condiciones de profanar los supuestos institucionales, si el agente es capaz de usar la institución, si en vez de acomodarse a un dispositivo es capaz de crear uno nuevo se generará la condición de un espacio potencial y terapéutico.
Crear condiciones de escucha , de funcionamiento institucional no será posible sin atender a los modos de sufrimiento y padecimiento que nos enfrenta la clínica.
Creo que el acento que pusieron las autoras en el uso, en la profanación y en el jugar constituye un nuevo horizonte que merece ser explorado.
Comentario de Andrea Escobar
Tomo la invitación de las autoras como una convocatoria a la profanación en el sentido Agambeano del término. Y si de hacer uso se trata, voy a comenzar por la tapa del libro. La obra "Las puertas del infierno" de Rodin esta inspirada en la Divina Comedia de Dante, allí donde reza, en la mencionada puerta: Lasciate ogni speranza, voi ch'intrate. Pero...¿ como referirme a la esperanza, esa que hemos aprendido como madre de la postergación y enemiga acérrima del acto? ( de espaldas al averno, el pensador hace lo único que puede hacer). Esta esperanza insiste sin embargo hojas adentro-no fue dejada en la puerta- como responsabilidad de rectificación y con función nominante de aquello catastrófico que irrumpe y suele ser ocasión para la cínica proclama de inexistencia de lo que Lacan llamó "la casa del hombre", el sujeto en estado de decepción es un homeless sin cobijo ante la aparición de lo hostil, que emparenta lo ajeno a ser alojado con lo que cumple la función de alojamiento en una relación de hospitalidad, de alianza con lo paradójico del síntoma y su goce, poiesis que habilita otro tipo de suplencia... también profanatoria.
Comentario de Susana Laín
En principio quería decirles que es un libro que atrae por su temática, la experiencia clínica que transmite y la rigurosidad de los planteos teóricos.
Mi comentario es sobre el capítulo “la profanación del objeto a”, que abre muchas líneas de pensamiento al tiempo que tiene la virtud de una lograda condensación de una problemática difícil de circunscribir en pocas páginas.
El objeto divinizado imposible de profanar es el objeto fetichizado en tanto está en reemplazo de la relación con el otro.
El sujeto cosificado está al servicio de un amo que lo clasifica según el DSM y al servicio de un amo que lo califica según la evaluación del mercado, como bien dice el artículo, la versión capitalista del superyo. (Es un sujeto cifrado, rotulado con código de barras).
La política del psicoanálisis es rescatar al sujeto de un más más más plus de gozar.
Rescatarlo de un cuerpo urgido por la satisfacción de la pulsión.
Rescatarlo de ese lugar “catastróficamente aislado”.
El capítulo finaliza con la condición libertaria del discurso psicoanalítico en tanto pueda operar realmente como el reverso de un discurso que comanda la vida contemporánea vacía de sujeto.
En el texto se encuentran muy bien dialectizadas ideas de pensadores como Lewcowicz, Agamben, Zizek, Deleuze, Lacan.
Me gustó mucho, me dió ganas de seguir con el libro con el detenimiento que merece.
Comentario de María Alvarez
El prólogo anticipa algunas de las hipótesis que luego serán desarrolladas en los dos artículos que componen la primer parte del libro. Allí se juega con la homofonía de estado de excepción/ estado de decepción para plantear a este último como efecto de la ferocidad del discurso capitalista y se pregunta si el psicoanálisis podría operar con una política que “devuelva subjetividad al arrasado”. Esto obviamente supone que este arrasamiento es una objetalización del sujeto. Esto me evoca dos cuestiones que Lacan plantea en el Sem. 17 , seminario cuya referencia está presente en algunas de las consideraciones planteadas en el primer artículo: la primera es que los que sustituyen en el capitalismo al esclavo antiguo son ellos mismos productos, tan consumibles como cualquiera de los que hablamos cuando decimos “sociedad de consumo”, lo que Lacan llama irónicamente el “material humano”; la segunda es respecto a lo que plantea sobre la política como sostenida fundamentalmente por la idea imaginaria del todo, por la “buena forma” de la satisfacción, que sin embargo sería lo más parecido a la clausura de la misma y contra lo que debe luchar el psicoanálisis. Es a partir de un corrimiento de esta idea de política que podría entonces plantearse otra, más afín a situar condiciones que impliquen lo que el segundo artículo trabaja respecto de la posibilidad de que una “institución se preste a ser usada”.
Comentario de Eva Gerace
De la clínica de la emergencia a la emergencia en el analista
"El espectador es desengañado acerca de lo siguiente, que incluso para quien avanza hasta el extremo de su deseo, todo no es rosa. Pero es igualmente desengañado, y es lo esencial, sobre el valor de la prudencia que se opone a él, sobre el valor totalmente relativo de las razones benéficas, de las ligazones, de los intereses patológicos, como dice el Sr. Kant, que pueden retenerlo en esa vía arriesgada" (Seminario VII).
Agradezco la posibilidad de leer en anteprima dos capítulos del libro "Clínica de las emergencias" de Mirta Holgado y Mirta Pipkin y poder así sorprenderme con las preguntas llevadas al extremo de la demostración: ¿es posible el psicoanálisis en el campo de la salud mental? y ¿cómo un analista se dispone frente a la urgencia, en la rapidez de la escucha?
El prejuicio lleva a una tensión irreductible, frente a esta rigidez las autoras se sirven de experiencias sostenidas para indicar cómo los instrumentos del psicoanálisis valen también para la 'numerosidad social', no en una estadística positivista universal del discurso Amo, sino que, al contrario, utilizan determinadas herramientas para agujerear un discurso (como bandera el DSM IV), dejan la 'comodidad' del consultorio, para arriesgarse a lo social, siempre aferradas a lo que del psicoanálisis legado por Freud y Lacan, nos cuestiona la clínica de hoy... ‘encerronas trágicas’, derivadas de una función paterna apagada, de un capitalismo aberrante, de fenómenos sociales trágicos, de suicidios de adolescentes, de fenómenos atmosféricos (o de gobernantes o de la población, quienes sabiendo... sostienen una negación que paga caro), donde el discurso del uno a uno no es suficiente, y los puntos polémicos del trabajo en lo ‘social’, en la emergencia, son tratados con la suficiente seriedad para que, de la experiencia, una escucha analítica sea posible.
Comentario de Carlos Eduardo Zaballa
Es muy preciso el detalle de la situación que vimos al arribar a New Orleans un mes después del paso del Huracán Katrina, que nos hace Mirta Holgado en su artículo “La intervención en Nueva Orleáns después del Huracán Katrina”, por lo que me parece innecesario agregar algo a ello.
Sí entiendo que el aporte que hizo nuestra misión “Argentina por Katrina” fue el de centrarse en las víctimas. El problema que allí tenían, era que se habían concentrado en “el suceso Katrina” y por lo tanto las víctimas no eran personas sino un ítem más a considerar: eran “víctimas” del tipo descripto por Assou que nos cita Mirta Holgado, tratadas al mismo nivel que la pérdida de los títulos de propiedad, o la recuperación de las comunicaciones, o la militarización por las supuestas “maras” que había que controlar. Las víctimas no eran personas en las que había que priorizar la asistencia, sino un elemento más del suceso y de esa manera eran tratadas. Así se explica por qué, un mes después del paso del Huracán, todavía no habían sido autorizadas a regresar a la ciudad para comprobar cómo habían quedado sus casas, dónde estaban sus mascotas, qué había pasado con sus vecinos, sus trabajos…
Nuestra misión “Argentina por Katrina” vino a cubrir esa falencia, en especial con la comunidad inmigrante hispano-parlante pero también con los propios norteamericanos y con los profesionales/expertos/trabajadores de la emergencia afectados tanto por la “victimización secundaria” como por la “doble victimización”. Nuestra misión priorizó su tarea en la víctima como persona y en capacitar a quienes debían ocuparse de ellas para que comprendieran esa necesidad.
Seguramente en ello radicó el mayor éxito de nuestra misión, que tan bien nos ha resumido Mirta Holgado en este trabajo.
Comentario de Diana Clerici
Agradecer a mis amigas la invitación a participar en la presentación de este su 2º libro sobre la temática. Me atendré a la parte II, como asi me fue propuesto por las autoras.
Las autoras manifiestan, que la obra incluye la historia de una practica sostenida con las urgencias subjetivas, en la escritura y en la trasmisión; doy fe de ello y agrego, de tenacidad y coherencia.
En esta ocasión redoblan la apuesta hacia la incidencia de lo social y de las políticas de estado, que se revela, y así lo muestran, en las situaciones de catástrofes, ya sean sociales o de otra índole. Dan testimonio, en este capitulo, de sendas intervenciones en tales situaciones; una en Nueva Orleans luego del huracán Katrina, y la otra, en la comunidad de Amaicha del Valle a partir del suicido de un adolescente y sus efectos de “contagio” en los jóvenes amaichenses.
En el riguroso recorrido que realizan, a manera de banda de Moebius muestran como la lógica de la intervención, tanto en la dimensión subjetiva o colectiva , es la misma lógica q rige a las urgencias subjetivas; cómo aquello excluido de distintas maneras, y seguimos en banda de Moebius, retorna en lo Real de la catástrofe, individual o colectiva, con la siguiente caída del sujeto en lo que llaman “estado-de decepción”, en la serie que nombran como : “excepción-discriminación-marginación-exclusión-expulsión” relativa al maltrato, la indiferencia o ausencia del Otro social.
En ambas intervenciones se hace hincapié en la interrogación de las coordenadas de la época y la cultura en donde se sitúa el sujeto mortificado o damnificado, pero “sin perder de vista la política del psicoanalista respecto al sujeto en su singularidad.”(Pag.72)
En la intervención de Amaicha, Pipkin revisa la situación histórica, política y el imaginario colectivo, escucha a la comunidad en sus demandadas y en su percepción de lo acontecido.
En la de NO, Holgado muestra también, la necesariedad de un análisis situacional, previo al diseño de una estrategia de intervención, escuchar las necesidades en relación a una cultura y su contexto social, el no actuar con un saber en nombre del bien para el otro; no perder de vista la singularidad; la “función ordenadora”, en cuanto a lo simbólico, q tiene la intervención en el desborde. Advierte acerca de una de las salidas posible del sujeto que ha pasado por una situación de catástrofe, la de quedarse instalado en el lugar de la victima o tomado por el odio, y plantea en cuanto a la intervención “como lograr que esa tragedia social no termine convirtiéndose en una tragedia subjetiva” (Pág.68)
En cuanto a los recursos, subjetivos y comunitarios para responder a eso q remite al desamparo constitutivo, describen la alta vulnerabilidad social de ambos grupos, donde la pobreza y la exclusión, el desencuentro con los orígenes y con la lengua materna, son un punto en común.
No dejan de interrogar la responsabilidad en todas sus dimensiones, subjetiva, del Estado, y del analista en su acción.
Una novedad, acá el psicoanalista es testigo de un “horror innominable” (Pág.184), esta inmerso en lo Real de la escena; el libro nos invita a reflexionar sobre su acto y sus limites, esta vez en un escenario tan diverso.