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Ancora 1
Ancora 2

Comentario de Cynthia Szewach

 

“No tengo que transformarlo en juego sino decirle que está jugando”
                                                                                            Jorge Fukelman

Gratas tardes charlando tomaron forma de libro.

Leemos. Lectura de sorbos, de  saltos, a veces en continuidad placentera.

Otras, nos encuentra  deteniéndonos en las  distintas complejidades, practicadas en términos aparentemente sencillos, pausados, hilados cuidadosamente.

A veces andamos sin rumbo prefijado, guiados por el ritmo  que propicia una libertad asociativa.

Recibimos el recorrido que  con generosidad proponen quienes hablan/escriben, escriben/dicen.

A veces podemos oler el café  servido en ceremonia atenta para la obertura a la reunión,  que palpamos en el texto.

 Ambicionamos como lectores agregarnos al terceto reunido zapando entre anacrusas y resonancias y reflexiones muy trabajadas.  Nos sorprenden   al leer solfeando con las manos.  

Imaginamos, por otra parte, que las palabras  han sido escuchadas una y otra vez, y luego, encontradas en el papel.

Que no se pierda la voz.

Se desafía  en el texto  lo irremediablemente perdido y, sin embargo es desde aquella morada, desde donde se hace pasar esa voz.

La pérdida es la de la marca, nos va diciendo Jorge Fukelman, en sus temas, que las charlas van situando: el cuerpo, la  imagen, el espejo,  el laleo, el cuadro, la ausencia…

No se trata de transformarlo en escrito sino decir que se está escribiendo.

Conversaciones, un arte. El diálogo, una disponibilidad que campea  lo imposible. Preguntas, un desprendimiento. Paula de Gainza y Miguel Lares, (les estamos agradecidos), ingresan  en las tres dimensiones, mientras saben que lo que se está produciendo  es un enlace de viajantes  que testimoniaran su travesía y que  legarán al psicoanálisis su bitácora. Un testimonio del eslabón que Jorge Fukelman,   establece en  la historia del psicoanálisis en Argentina y en especial en la práctica con niños.

Al mismo tiempo,  los autores susurran entre paréntesis para quien quiera oír o  quiera detener su paso en estaciones que despejen o acentúen un concepto, un minucioso trabajo de la nota que hace pie.

Como siempre, Jorge Fukelman, hace pasar sus  vastas lecturas, por su decir personal, hace de la cita un festín propio. Si bien la pregunta acerca de la existencia de un analista, no se elude (¿existe un analista?), acentúa como siempre que lo que se produzca lo que se interrogue, se  dirá desde lo que está en el analista. No gambetea jamás la pregunta por el cuerpo, por la fantasía y  por el goce. Incluye siempre lo que le atañe,  esa palabra que tanto insiste en su hablar.

Leemos, aquello que se escribe de lo que se escucha.

Así como también leemos el valor de  deletrear en esa escucha lo que el niño “Tratará de leer con su cuerpo” y “El cuerpo como comentador de las letras parentales reprimidas”

La digresión y el desvío como puesta en acto del inconsciente. El silencio,  la pausa, el semi-decir, la metáfora,  como puesta en acto de la falta puesta en juego.

Sus  intereses y su política abrevan en el barro de  la práctica analítica  misma, las preocupaciones por sus pacientes y lo que del día le cuenta al día.

El compromiso con  la época, las figuras de exclusión y segregación de su tiempo,  los momentos por el que atraviesa la cultura y en especial los efectos que portamos de  la historia que atravesó nuestro país,  son plasmados  en las respuestas una y otra vez.

Escudriñar lo singular, lo de cada uno, y en tono de respeto amable,  no es jerga en su pluma oral. Es una ética practicada.

Lo perecedero interrumpió una palabra. Pero el libro “Conversaciones con Jorge Fukelman”, como diría Juarroz, es uno de esos momentos, en los que el hilo de la ausencia no deshace el tejido.

Comentario de Eva Gerace

“dale que yo era…”

Conversación, del latín conversatĭo–ōnis, indica la acción y efecto de hablar entre personas, donde hay comunicación, hay diálogo, hay preguntas, hay trasmisión oral. Comunicación mediante la palabra entre varias personas que, alternativamente exponen sus ideas y matices. Así los diferentes diccionarios me ayudaron con la primera palabra del título del libro Conversaciones con Jorge Fukelman – Psicoanálisis: juego e infancia. Y de eso se trata, de una conversación, varios encuentros, diferentes preguntas, entre Jorge Fukelman y Paula M. de Gainza y Miguel Jorge Lares.

Los autores nos recuerdan que Jorge Fukelman se dedicó más a la trasmisión oral que a la escrita, naciendo así en ellos “la intención de hacer un libro que incluyera una serie de entrevistas con él” más una “buena parte de sus disertaciones públicas”, entre 1991 y 2007, las cuales pasan a ser fragmentos de los llamados escolios, apostillas al final de cada capítulo, y de algunos de los comentarios que nutrieron esas conversaciones que me hacen recordar a Virgilio guiando a Dante cuando este decide entrar en el Infierno y lo hacen conversando. Conversaciones profundas, serias, que descubren experiencias, sorprenden y, así, inician un viaje al centro de la tierra, como si de un rito iniciático se tratase.

Supimos así que el dolor, la tristeza, la oscuridad brumosa de ciertas experiencias de la infancia, pueden encontrar alguna salida. Empresa ardua, que los autores nos facilitan leer. El pensamiento y la reflexión sobre una práctica singular que Jorge Fukelman trató “de aclarar esto con un ejemplo”. Simplicidad y sorpresa en el trabajo clínico, complejidad en la teorización, siempre con rigor y reflexión y una invitación: el viaje debe continuar…

Conversaciones que resuenan amigables a nuestros oídos, conversaciones que muestran un empeño, una cadencia para aprender a “sentarse junto a…” y escuchar Lo que la noche le cuenta al día...

Hace ya unos meses llegó a mi correo un email: dos personas querían confirmar algunas informaciones, luego sabría porqué: Jorge había hecho circular la historia de su encuentro con la Costa Caribe de Colombia. Así supe de este libro y, coincidencias de viajes me llevaron, primero a Cartagena, y luego a participar en la presentación, en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, del libro Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis, juego e infancia, de Paula de Gainza y Miguel J. Lares.

Por ello quise escribir algunas palabras que, a su vez, también recordasen el paso de Jorge Fukelman por Cartagena de Indias en 1996, convocado por el Círculo Psicoanalítico del Caribe, cuando nos reunimos a trabajar en un seminario que él llamó: Ponerse en Juego - Niñez y Adolescencia.

Dos frases recordadas al azar:

“Si ustedes ahora me preguntaran  -bueno, muy bien, pero ¿qué es la castración? Yo tendría que hacer uso de un saber para decir qué es la castración, cuando justamente lo que estoy tratando de plantear es que el saber allí se encuentra en falla.

Si ustedes me dijeran -¿qué es la castración? ¡Decime! Porque si con la castración aseguro esa relación ¡Fenómeno! Pero justamente eso es lo que nos falta. Si partimos de allí, puede ser que podamos tener una actitud en relación a los niños, púberes, adolescentes que no sea patógena, que no sea iatrogénica. Pero partir de ahí, es partir de los problemas nuestros, no de los problemas de los chicos”.

“El problema no es meter la pata, el asunto es poder sacarla después. Si podemos volver sobre las metidas de pata que cometemos cuando educamos a nuestros hijos, cuando analizamos o cuando damos una conferencia, si podemos volver sobre eso ¡Ya está! ¿Qué más? Volveremos una vez y otra vez. Porque no nos vamos a dejar de equivocar hasta el día en que estemos muertos”.

Dos frases que recuerdan el ‘estilo fukelmaniano’, como han tenido el acierto de nombrar, Paula y Miguel, a esta forma singular de trasmitir.

Haber tenido la posibilidad de ser atravesados por esta forma de trasmisión, sea en las “clases”, sea en el análisis de control, es un privilegio que la vida nos ofrece, más allá de haber podido compartir sus primeros pasos… al ritmo de la música caribeña.

Fuente: http://psicoanalisisjuegoeinfancia.blogspot.com/2011/11/eva-gerace-comenta-conversaciones-con.html

Comentario de Verónica Diez

Durante algunos años, Jorge Fukelman nos abrió generosamente las puertas de su consultorio.

Allí íbamos a estudiar, supervisar, charlar o a experimentar algunos de esos silencios incómodos que él sabía bien escuchar y sostener.

Después de un tiempo de participar de esos encuentros, nos dimos cuenta de que había que soltar cualquier pretensión de atrapar aquello que allí se decía. Su transmisión no consistía en repetir un saber de biblioteca, no porque no lo poseyera, al contrario, contaba con una nutrida selección de libros, a la que se sumaba su propia elegancia intelectual. Pero no sólo se trataba de tener los libros sino de encontrar en ellos eso mismo que él encontraba, situación para nada evidente. Su transmisión no pasaba por ecos de un saber establecido sino por un modo original de leer.

Lectura de la teoría, de la clínica, de la época que daba cuenta de un pensamiento en nombre propio. Una lectura que abría puertas que de repente se cerraban. Como toda experiencia de lo fugaz, que deja la sensación paradojal del encuentro y la pérdida. El abría las puertas para ir a jugar a su consultorio, pero también para que nos la jugáramos en el nuestro.

Recuerdo que una vez nos encontramos casualmente en el intervalo de un concierto de Keith Jarret. Su comentario sobre la ejecución del artista fue que a él le gustaría poder improvisar en su consultorio de la misma forma que Jarret lo había hecho con su piano. Ciertamente, una delicadeza que no faltaba en ninguna de las intervenciones de Jorge: una combinatoria creativa y singular de elementos mínimos que resonaban en quien los escuchaba.

Creo que no exageramos al afirmar que él sabía servirse del lenguaje no para representar sino para transformar el mundo, al menos el mundo de aquellos niñitos y no tanto, que de un modo u otro, tuvimos la suerte de encontrarnos con él.

El libro que nos acercan Paula Gainza y Miguel Lares tiene esa generosa característisca, la de abrirnos la puerta a las conversaciones que mantuvieron con Jorge Fukelman en el último año de su vida. Por eso, mi enorme agradecimiento primero a Jorge, aunque él lamentablemente ya no esté para recibirlo, y luego a Miguel y a Paula por habernos dejado entrar a estas charlas que nos ofrecen la ocasión de hacer “como si” pudiésemos estar un rato más con él.

Comentario de Marcelo Izaguirre 

En general un libro se comienza a leer por el principio, aunque es sabido que Macedonio Fernández tenía sus simpatías por el lector salteado. El libro de las  Conversaciones con Jorge Fukelman, que llevaron adelante Paula M. de Gainza y Miguel J. Lares, debe comenzar a leerse por el final, su última página más precisamente, que ya no forma parte del libro sino que opera como un paratexto, donde los autores informan que el diálogo se había desarrollado entre enero y octubre del año 2010 y que, luego de su revisión, Jorge Fukelman había prestado su conformidad para que esas conversaciones fueran otra cosa que unas “gratas tardes charlando”. E informan, inmediatamente, que el interlocutor falleció al mes de su asentimiento para la edición. Acontecimiento que transformaría al libro en un documento particular. Nacido del deseo, deseo de un par de psicoanalistas de dejar por escrito las  palabras de un psicoanalista que se dedicó a formar a otros  psicoanalistas (varios), pero del que, curiosamente, aunque sin duda por una elección suya, no abundan escritos (salvo un par en la revista Conjetural y algunos pocos más por otras publicaciones, que en general, fueron recogidas de intervenciones orales suyas). Su predilección por la transmisión oral lo equipara con  Raúl Sciarreta,  pero a diferencia de él, Fukelman tenía una extensa práctica en el ámbito del psicoanálisis. 

La falta de predilección por la escritura quizás se debía a algún acuerdo con aquel español que afirmaba, al responder a un viejo adagio latino, que si bien es cierto que a las palabras se las lleva el viento y lo escrito queda, se trata de ver adónde es que se lleva el viento las palabras y dónde es que lo escrito queda. Respondiendo a esa descripción, estos dos “discípulos” de Fukelman han querido darle el mejor destino a las palabras recogidas en el curso de una enseñanza. Con un objetivo plenamente cumplido, donde no se trata de una clase magistral del psicoanalista recogida por el grabador, sino del intercambio dialéctico en el cual se despliega un estilo coloquial en correspondencia con el título.

 Quien llegue distraído al encuentro de este libro puede caer en el equívoco de que se tratará de una lectura veloz. Para salir de él, rápidamente, encontrará que el trabajo de los interlocutores de Fukelman no hace las cosas tan sencillas. Los escolios, que tomaron forma al final de algunos capítulos, nos hacen saber que allí se condensan, en pocas páginas, multiplicidad de temas; que no sólo aluden a algunos conceptos lacanianos o freudianos siempre complejos, como la idea aquella de que el significante no es el sujeto, apenas lo representa y que en esa representación, justamente, desaparece; o, la función de pantalla del juego para proteger del vacío. También recogen en una apretada síntesis, que da cuenta de la complejidad, disertaciones públicas del psicoanalista entre los años 1991 y 2007, sin dejar de aludir a temas políticos y sociales que han tenido su incidencia en nuestro país. 

Uno de los capítulos, titulado psicoanálisis y transmisión, es una muestra del estilo: comienza con un comentario de uno de los autores, M. Lares, recorriendo diferentes momentos del psicoanálisis vinculado con los grupos, y diferentes instituciones (no hay que olvidar, acorde con lo afirmado por Freud en Psicología de las masas, que no hay yo sin el otro, por tanto, parafraseando, no hay psicoanálisis sin instituciones). El entrevistador alude a las condiciones de  formación, el análisis  personal, el corpus teórico y cierto estilo artesanal ligado a la transmisión, para cuya explicación recurre a un ejemplo que recuerda al que daba Octave Mannoni: la teoría física explica como es posible que se sostenga alguien en la bicicleta, pero no enseña a andar en bicicleta. Tampoco, como es sabido, enseñarle a alguien la teoría de los colores lo transforma en pintor. La respuesta de Fukelman se dirige en esa orientación, en tanto afirma que parte de la experiencia de advertir qué ha estado haciendo en su práctica. Lo que no implica, e insiste en ello, la enseñanza de un cuerpo teórico.

Otro capítulo, quizás uno de los más logrados desde la perspectiva de la transmisión, es el tercero. Con el estilo que evoca una clase amena, Fukelman afirma que la referencia a la lógica es para dar cuenta de la relación entre una proposición y la existencia de aquello a lo que la proposición se refiere. Y, deja claro, que el uso que de ella hacía Lacan era  para sacarse de la cabeza la idea de que los dichos en transferencia tengan como referencia el “papá” o la “mamá” en el análisis. Aunque el  análisis con niños está presente en este capítulo, y atraviesa todo el libro, si alguien supone que esas  afirmaciones  son realizadas por su práctica con niños no dejara de extraviarse. Pues ello significa que no debe caerse en esos lugares comunes de encontrar el referente, sino de practicar el análisis lógico de los dichos, lo que va a conducir a tomar en cuenta el goce. O sea que de la lógica se pasa al goce, y ello implica tener en cuenta el goce propio del cuerpo vivo.  Ponderar el tema en ese punto, implica la puesta en acto de la diferencia con la “conversación rortyana”. Para situar dicho goce, dirá Fukelman, Lacan parte de los parámetros de privación, frustración, castración. Y, en tal sentido, resulta interesante el modo en que confronta un tema de la “última enseñanza” de Lacan con los comienzos de la misma. Es lo que ocurre, también, cuando alude a las experiencias que están realizando en Estados Unidos en la cual ponen a manejar computadoras a niños autistas en las cuales los chicos utilizan la tercera persona. Lo que no han podido hacer, afirma, es tematizar  quién habla allí. Como es sabido,  era la pregunta que formulaba Lacan desde la presentación de su esquema lambda. Y antes también,  en su informe de Roma.

Otro tema de actualidad planteado en ese apartado es el de las marcas, para lo que remite a la novela American psycho, donde no sólo se trata de las marcas al estilo de no-logo de Klein sino a las marcas en el cuerpo, lo que no se debe dejar de lado –reitera-  cuando se habla del goce. Sobre el final del mismo insiste en sacar de la mente del lector la idea de los personajes. Para ello, en el análisis con niños, su práctica específica, recurre al ejemplo del juego ya que este ilustra el modo en que se ubica la niñez, y “los personajes de la realidad” serán un resultado de lo que se juega en esos encuentros. Para concluir de manera terminante: “Una vez que esos encuentros están instalados, no se trata de que el papá o la mamá condicionan el juego, sino más bien que el juego condiciona a los personajes”. No podría hacerse una mejor caracterización del poder constitutivo de un sujeto del análisis, que pueda ir más allá de la familia.

Entiendo que estas Conversaciones adquieren una importancia fundamental, desde ya, para los practicantes del psicoanálisis con niños, pero también, como se dijo,  para aquellos  interesados en la transmisión del psicoanálisis en general, y en particular,  en los detalles de la historia del lacanismo en la Argentina. Ya que la “discreción” de Fukelman, epíteto que usa Jorge Jinkis para hablar de su amigo, y su reticencia a escribir, lo mantuvo siempre en un segundo plano aunque su importancia no fue menor. Formado en los inicios junto al Dr. Rolla,  como  todos los psicoanalistas que entendían que la clínica no podía ser pensada sino en relación con la cultura, tuvo un encuentro a comienzos de los años sesenta con Enrique Pichon Rivière, que lo conduciría, como a tantos otros allegados a éste, al encuentro con Oscar Masotta y al estudio de la obra de Jacques Lacan. Eso lo ubicó, entre otras consecuencias, como el impulsor de la creación en el año 1972, de la primera institución “lacaniana” para atender niños psicóticos, “El lugar”, que luego sería la sede de la escuela fundada por Masotta. Más allá de los resultados, que sirvieron para poner de manifiesto cierta impotencia en los resultados, al decir de alguno de sus acompañantes en esa experiencia, no puede dejar de destacarse el gesto audaz del desafío que fue la misma. También fue el impulsor, a partir de la cátedra de Psicopatología de la Facultad de Psicología, de la invitación a Oscar Masotta a presentar dos clases que luego serían publicadas en los cuadernos Sigmund Freud. Había comenzado, en los años sesenta, el estudio de Lacan con el primer grupo que había iniciado las cosas; es decir, fue uno de los impulsores de los primeros estudios lacanianos en la Argentina. Se alude a la relevancia de esos actos en estas conversaciones, aunque sin demasiados detalles, seguramente por la discreción mencionada. Fukelman da datos de su formación e indica las razones por las cuales no acompañó, con su firma, la fundación de la Escuela fundada por Masotta en el año 1974. Refiere su papel en la institución para la atención de los niños, y su incorporación al estudio de aquel primer grupo (del cual perduraría su amistad con Jorge Jinkis y algunos otros), sin aludir a la cantidad de psicoanalistas deudores de su enseñanza.

Hay que dejar claro, de todas maneras, que la reticencia y discreción de Fukelman no implican debilidad alguna, como lo demuestran las afirmaciones finales de las conversaciones, donde deja una afirmación contundente, en línea con la crítica de Freud al furor sanandi de Sandor Ferenczi  o la crítica de Lacan a los “psicólogos del yo” en la Dirección de la Cura, que deviene en lo incurable. Afirmaciones a las que no faltaran quienes se  apresuren a salirle al cruce, desde cualquiera de las posiciones mencionadas o, desde el siempre infaltable buen sentido “samaritano”: “no se puede decir que el psicoanálisis sirve para aliviar el sufrimiento. Podrá servir, en todo caso, para situarse de otro modo, para que se sufra de otra manera, para que se tome nota de que allí, donde se sufre, sucede algo más…”. Los tres  puntos que dejan  como final del libro los autores es, seguramente, el intento de mostrar el estilo de enseñanza y transmisión de Fukelman, o sea, que cada lector o, para ser más precisos cada analizante, de cuenta de ese algo más que sucede con el sufrimiento a partir de su análisis.

Comentario de Lidia Alazraqui

Me referiré, como lectora del libro “Conversaciones con Jorge Fukelman” realizado por Paula M. de Gainza y Miguel Jorge Lares a este como un encuentro entre tres que produce un despliegue a partir de algunas líneas temáticas, que a su vez son un comienzo renovado para cada lector. Esto porque no encontramos en él axiomas ni cierres apresurados. En las preguntas, que a veces son condensadas exposiciones, se despliega un saber pertinente para cernir los conceptos necesarios para la interlocución, acerca de la teoría y la clínica. Lo que en el libro aparece formalmente como respuestas de Jorge Fukelman, son a su vez aperturas que dejan entrever el espacio complejo y singularizado de una práctica que cuenta con una teoría. Con un punto de partida: el propio análisis, cuyos efectos no cesan, retomados en todas las actividades inherentes a una formación, que tampoco parece cesar cuando ese analista es a su vez abordado como productor de transmisión del psicoanálisis.

Es de agradecer, cuando a menudo nos vemos sumergidos en textos que sostienen la función de la falta pero no la vemos circular sino como suprimida, ahogada en saberes.

Paula de Gainza nos propone considerar la “repetición dogmática de saberes como anuncio de la muerte del psicoanálisis” que entiendo como un reclamo de transmisión a través de un analista atravesado por su propio inconciente y por el concepto de inconciente.

Otra repuesta posible, desligarse del soporte teórico y extender el campo de lo inefable es un poderoso sostén para las políticas que gestan los manuales que coagulan los criterios de diagnóstico y estadística, los DSM actualizados. Ofreciendo, ante las vacilaciones propias de la hiancia entre saber y verdad donde el psicoanálisis circula y produce, las seguridades de un positivismo amparado en postulados científicos, alejados, sin embargo, de todo pensamiento científico.

ALGUNOS PUNTOS:

Transmisión: Enseñanza y transmisión

Enseñanza: se trata de conceptos enunciados, el cuerpo teórico puede ser enunciado. Lacan habla de la estructura del análisis que puede ser enteramente accesible a la comunidad científica, Freud así la constituyó.

En cuanto a la transmisión, hace falta un psicoanalista, hablar desde un análisis. Fukelman propone que los efectos que a veces aparecen en un análisis dependen en gran medida de lo que falta en una práctica, de lo que quizá no puede ser pensado, pero sí articulado. Lacan se refiere a esto y lo llama condición del análisis, dice que “el verdadero trabajo en él está escondido” por naturaleza. Fukelman vincula  la presencia del analista con la mostración, pero el otro soporte, dado por el cuerpo teórico, tiene el poder de permitir un trabajo sobre una base estructural. No podría renunciarse a ninguno de ambos.

Cuando Fukelman nos recuerda la postura de Freud, en el “Malestar en la Cultura”, donde ubica al psicoanálisis y a la droga como salidas para el malestar, sin optar ni recomendar uno u otro,  recuerda al Freud sumergido en los callejones de la reacción terapéutica negativa y aún así diciendo que el analista no debe ceder a su inclinación a conseguir el bien del paciente, sino que está ahí para hacer hablar algo en el sujeto. Terreno ético del psicoanálisis, que marca tanto sus obstáculos como sus atravesamientos.

 El relativo al juego es un capítulo central del libro, que concierne a todos: niños, padres, analistas. Miguel Lares lo hace arrancar a través de plantear el síntoma en el niño. La respuesta pone de relieve y de entrada, el juego, el síntoma, ligado a lo reprimido de los padres en el cuerpo del niño, pero no solo eso sino una condición: que no pueda jugar con eso. Allí se hace referencia a Pascal Quignard, a la música en el campo de concentración que este menciona en su libro “El odio a la música”. En ese momento habla de escuchar ritmos y cadencias, todo aquello que no puede estar significado pero puede escucharse, aun con la dificultad que supone el concepto de lalangue lacaniana, en ese cruce que reúne el goce y lo imposible de decir.

El niño demanda jugar, y ese juego debe ser sancionado por alguien como tal.

En el capítulo sobre Historicidad y estructura las preguntas se orientan hacia el tema de la declinación del padre. Fukelman se inclina a considerar más bien la declinación de los aparatos simbólicos que permiten que un sujeto pueda dirigirse a alguien cuando una demanda se instala. Aquí nos encontramos con algo que tiene que ver con lo público y lo privado, que es abordado en el campo del psicoanálisis, fuera de conceptos sociológicos pero no fuera de tomar en cuenta la presión y los efectos de las instancias sociales. La ciencia y el capitalismo, en sí mismos sostienen sistemas delirantes, adaptados a la realidad de las cosas que suceden, o sea, aparentemente cuerdos.

Los tres interlocutores presentes en este libro parecen compartir el criterio de que, como psicoanalistas, no están exentos sino comprometidos a poner, como se pueda, el psicoanálisis como instrumento para atender los requerimientos que para un sujeto representa el estar expuestos al cruce entre la gran historia y la pequeña historia. En este sentido van las preguntas y las respuestas. Por eso desfilan allí tanto los fenómenos del nazismo como la última dictadura que soportó nuestro país. Esto tiene que ver también con la declinación de los aparatos simbólicos, que trae aparejado el surgimiento creciente de ofertas para que esta falla sea rellenada con la desaparición del síntoma por vías medicamentosas y/o la de proporcionar toda clase de objetos que se espera sirvan para el mismo fin, con el despliegue tecnológico correspondiente.

Termino con una referencia al sentido común, que se nos reclama con frecuencia. No cito a un psicoanalista sino a un escritor, John Berger: en su libro “Un hombre Afortunado”, presenta a un médico de pueblo en su relación con la gente del lugar. Estos dependen del sentido común, este médico no.

“Se suele creer que el sentido común es práctico, pero solo a corto plazo. A largo plazo es pasivo, porque está basado en la visión periclitada de lo posible. Cuando sus proposiciones devienen tradicionales adquieren la misteriosa autoridad de los oráculos, de ahí el fuerte elemento de superstición presente en el sentido común práctico”.

“El sentido común es la ideología doméstica de aquellos a quienes se ha mantenido en la ignorancia, fuera de enseñanzas fundamentales. El sentido común no aprende, pues en cuanto se corrige la carencia de estas enseñanzas su función termina por desaparecer”.

La idea que me ha transmitido este libro de Paula de Gainza y Miguel Leres, con la humildad de poner de relieve una voz que ellos autorizan al reconocerla y transmitirla, es la de la relativa libertad que tiene un lector para continuar el texto, si así lo desea, y como psicoanalista, me ha alegrado encontrar a otros que siguen en la brecha.

Buenos Aires (Biblioteca Nacional), 17 de septiembre de 2011

Más información: http://www.facebook.com/pages/Conversaciones-con-Jorge-Fukelman-Psicoan%C3%A1lisis-Juego-e-Infancia/260334663998737?sk=wall

Comentario de Paula M. de Gainza

Buenas tardes, vamos a dar comienzo a la presentación del libro ”Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: juego e infancia”, dándoles la bienvenida y agradeciendo presencia de todos ustedes.

Miguel Lares y quien les habla, Paula de Gainza, agradecemos a las autoridades de la Biblioteca Nacional por brindarnos este distinguido espacio.

La publicación de este libro ha sido posible gracias al Grupo Editorial Lumen. Nuestro agradecimiento a los directivos de Lumen; fundamentalmente a Ana María Makar, nuestra interlocutora en la editorial, por la cálida y seria recepción del proyecto.

Agradecemos a Violeta de Gainza y a Susana Kesselman, el haber aceptado y dado lugar a este libro dentro de la colección que dirigen, la colección “Cuerpo, arte, salud”. Y un especial agradecimiento a Violeta, por sus generosos aportes y sugerencias.

Sobre el final del trabajo de escritura, tuvimos la oportunidad de conocer a Jorge Bouzas, quien se encargó en la Editorial, del trabajo de armado y corrección del texto, a quien queremos expresar nuestra gratitud por su disposición y colaboración en el intenso contrapunto  previo al proceso de impresión del libro.

Un especial, cálido y afectuoso  agradecimiento a Elena Roberto, a quien tuvimos el enorme gusto de conocer y de quien nos llegaban -a través de Jorge- sus comentarios entusiastas sobre el trabajo, mientras  lo estábamos realizando.

Desde el inicio, este acontecimiento había sido imaginado de otro modo… Hoy celebramos haber conocido y contactado con la calidad personal de Jorge Fukelman, haber transitado con él muchos años de estudio y reflexión y haber tenido el privilegio de concretar  este trabajo que plasma algo del legado de quien consideramos un extraordinario maestro. Sin duda, las elaboraciones de Fukelman han marcado la  práctica analítica con niños en nuestro medio, de un modo contundente.

  Para referirnos a la obra que hoy nos convoca contamos con la presencia de dos invitadas dedicadas al psicoanálisis: Marina di Carlo y Lidia Alazraqui.

La licenciada Marina de Carlo forma parte del grupo de colegas que desde hace muchos años estaba estrechamente ligado a la reflexión de Jorge Fukelman. Además, sabemos sobre el amistoso y periódico diálogo que durante mucho tiempo, Marina ha mantenido con Jorge alrededor del campo de la literatura.

La convocatoria a la Dra.Lidia Alazraqui respondió a la expectativa de una lectura crítica por parte de una analista de destacada trayectoria .Lidia no ha estado directamente vinculada a la transmisión de  Jorge Fukelman, ella ha desarrollado durante 20 años su labor analítica en Madrid, donde dirigió la institución CEPIP. Actualmente, en Argentina, forma parte del comité de redacción de la publicación titulada “Psicoanalítica”, por nombrar algunas de sus actividades vinculadas al psicoanálisis.  En lo personal, una inmensa gratitud por contar hoy con su participación.

Podemos fechar el nacimiento de este libro hacia fines del año 2009, a partir de una ocurrencia que tomó forma tras el asentimiento de Jorge:”…la propuesta resulta tentadora”, nos dijo cuando fuimos a contarle nuestra idea. Tal como lo referimos en el prólogo, expresó: “Podemos conversar, y si lo que conversamos resulta interesante, consideraremos la publicación; si no, habremos pasado unas gratas tardes charlando.”

Nuestro propósito tenía que ver con registrar y  establecer por escrito lo que era su forma de pensar y trasmitir el psicoanálisis: habitualmente comunicaciones orales en las que Jorge ponía en acto sus reflexiones. El doctor Fukelman jamás daba clases magistrales. Lo que él planteaba tenía el rasgo de estar siempre en construcción. Había que seguirlo en una serie de asociaciones que nada tenían que ver con un saber acabado y terminado. Por otra parte, con su singular disposición a escuchar, habilitaba y tomaba cada pregunta con un enorme respeto.

Y así fue, que el marco de un clima cordial, distendido pero profundamente serio –propio de su estilo-transcurrieron los encuentros en su consultorio. Fueron una decena de  reuniones entre enero y octubre del año pasado. Miguel y yo propusimos los temas centrales y luego nos dejamos llevar por lo que fue surgiendo en el discurrir de las charlas. Con entusiasmo fuimos atravesando esta experiencia de las conversaciones, una experiencia transitada sin promesas respecto de los resultados.

El libro incluye y respeta la totalidad del contenido de las charlas en su exacto orden de desarrollo. Hemos hecho una fuerte corrección de estilo en la que el mayor empeño fue reflejar en la escritura el modo de transmisión de Fukelman.

Encontrarán en el pie de las páginas, las referencias que hemos considerado adecuadas para aportar caminos de búsqueda sobre algunos conceptos psicoanalíticos, referencias que además  dan cuenta de los fundamentos de un lector incansable.

Con la anuencia de Jorge, al final de varios capítulos agregamos una serie de comentarios, en forma de escolios, que anudan ciertos temas tratados en el apartado. Para la confección de los escolios realizamos una búsqueda en todas las disertaciones públicas que tuvimos a nuestro alcance desarrolladas entre los años 1991 y 2007 y representan, así como la obra toda, un intento de acercar la transmisión del Dr. Fukelman a la escritura.

Para finalizar quiero comentar algo respecto de la tapa del libro. El día 20 de octubre de año pasado realizamos el último encuentro, y entonces, decidimos tomar algunas fotos. Cuando estábamos ubicando la cámara, para sacar una automática, Jorge dijo:”esperen, quiero que en la foto salga este cuadro que a mí me gusta mucho”. Era “El bibliotecario” de Arcimboldo, que -en honor a esta anécdota-fue elegido por nosotros para ilustrar la tapa del libro.

Buenos Aires (Biblioteca Nacional), 17 de septiembre de 2011

Más información: http://www.facebook.com/pages/Conversaciones-con-Jorge-Fukelman-Psicoan%C3%A1lisis-Juego-e-Infancia/260334663998737?sk=wall

Comentario de Marina di Carlo

Voy a leerles una cita que menciona  Jorge en el libro “Conversaciones”.

 “Los antiguos decían que había una manera de hablar que era como si se estuviera viendo algo y haciéndolo ver a quienes estaban escuchando. Esta manera de hablar era estrictamente el entusiasmo.”

Hace un tiempo le comenté a Jorge  que estaba leyendo con un grupo de colegas una charla que en alguna oportunidad él había dado en el Hospital Español.

Le comento entonces, como para tenerlo al tanto, sobre el punteo que estaba haciendo de esa lectura.

Después de escucharme atentamente, se quedó un momento en silencio y luego dijo: “Creo que hay ahí un entusiasmo que no recuerdo que haya estado en lo que yo dije”.

Este era el efecto que Jorge producía a quienes estudiamos con él, un entusiasmo con el psicoanálisis, con su estudio y lectura.

A tal punto que dos psicoanalistas, Paula de Gainza y Miguel Lares, se proponen y le proponen hablar de psicoanálisis.

En estas conversaciones uno puede encontrar dos entusiasmos.

El primero es el que Jorge genera a través de sus articulaciones.

Estas articulaciones son su marca: el juego y la infancia, el retorno de lo reprimido de los padres, el síntoma y el acting-out, el juego y el lenguaje, el fenómeno histórico, la tercera generación y la lengua, dictadura, Malvinas, Latinoamérica, transnacionales, globalización, medicación.

También aquí están los autores con los que él pensaba. Aquellos que uno mismo luego se sentía impulsado a leer. Además de Freud y Lacan: Perec, Agamben, Aries, Quignard.

El otro entusiasmo del que quería hablarles, lo resumiría en el modo clásico con el que  Jorge formulaba la entrada al juego “Dale que yo era…”.

Y aquí retomo las palabras del principio:

“Los antiguos decían que había una manera de hablar que era como si se estuviera viendo algo y haciéndolo ver a quienes estaban escuchando. Esta manera de hablar era estrictamente el entusiasmo.”

Y allí están sus intervenciones, esas veces en que es o hace de analista, no siempre…

Entonces le dije:” Yo tengo un libro, “El castigo en la ciudad” que describe los castigos a personas que no se portaban bien, al estilo de la edad media…”

“Y el monstruo ¿Va a entrar por la ventana o por la puerta?” Y el pibe contesta:” Va a entrar por la puerta.”

 O ante las palabras de un padre:” mi hijo grita”. Jorge interviene: “¿grita o les grita?”

En todo momento esta lectura tiene el tono de una conversación y esto me recuerda a Deleuze.

Deleuze daba unas clases sobre Spinoza. En un momento en el que uno de sus oyentes hace un comentario sobre el filósofo holandés,  él le dice a su auditorio que no parece que Spinoza les hable al oído.

Y agrega que a él Platón no le habla al oído pero sí lo hace Spinoza y agrega que es muy importante encontrar los filósofos que nos hablen al oído.

Bueno, creo que la lectura de “Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: Juego e Infancia” nos da la oportunidad de sentir que nos hablan al oído.

Buenos Aires (Biblioteca Nacional), 17 de septiembre de 2011

Más información: http://www.facebook.com/pages/Conversaciones-con-Jorge-Fukelman-Psicoan%C3%A1lisis-Juego-e-Infancia/260334663998737?sk=wall

Comentario de Miguel J. Lares

Hace unos años se publicó una obra dedicada a la historia  de los psicoanalistas de niños. Jorge Fuekalman escribió unas pocas pero cálidas palabras sobre esa publicación. Refiriéndose a dos personas que la autora rescataba en esa historia, Fukelman usó la expresión “injustamente relegadas”.

En uno de los últimos capítulos del libro Jorge comenta respecto de su recorrido como psicoanalista. En los primeros años de los ’70 él y Elena Roberto eran docentes en la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

El Dr. Fukelman estuvo al frente de la cátedra de Psicopatología de esa carrera y fue desde allí que tuvo la iniciativa y la decisión de invitar a un personaje íntimamente asociado a la introducción  de la enseñanza de Jacques Lacan en Argentina. Ese personaje era Oscar Masotta.

Sobre esto Jorge nos comunicó algo que siempre le había llamado la atención: Las clases que Masotta dio en la UBA, en su cátedra, se  reprodujeron a lo largo del tiempo a través de distintas publicaciones psicoanalíticas, omitiendo sistemáticamente  la mención del responsable de esa invitación así como del lugar donde se habían llevado a cabo las disertaciones.

Con gran satisfacción hemos comprobado que nuestro amigo Marcelo Izaguirre subsanó esas omisiones, y eso lo llevó cabo tanto en su obra “Jacques Lacan, el anclaje de su enseñanza en la Argentina” (de esto alcanzamos a ponerlo al tanto a Jorge a fines del 2009) y luego, de manera definitiva, en el prólogo que recientemente escribiera para la reedición de “Ensayos Lacanianos” de Oscar Masotta.  

De ese prólogo de Marcelo, extraigo esta cita: “Becario de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta y expulsado por el gobierno de facto de 1966, Masotta retornará a ella en 1972. Masotta dicta dos clases en la cátedra de Psicopatología de la uba, aquí publicadas bajo el título “Edipo, castración, perversión” (p. xxx). Jorge Fukelman, responsable de la invitación, afirmó que aquella clase contó con una cantidad inusual de alumnos y oyentes, y fue el único cambio que en esa época –fines de 1972 y principios de 1973– no se promovió en las aulas de Psicología invocando a Marx o Mao sino a Freud y Lacan.”

Como ya ha dejado entrever Paula en su comentario respecto a la labor en los grupos de estudio: no era sencillo compartir horas de reflexión con Fukelman.

Algunos de los colegas que están hoy presentes pueden dar testimonio de eso. En un estilo que estaba siempre en una relación de exclusión con lo académico, era palpable el malestar inherente a nuestra práctica. Jorge no le gambeteaba a la dificultad, esto también era así para los que formábamos parte de ese proceso de transmisión con él.

Los efectos de ese estilo eran palpables: gente que se iba raudamente porque les resultaba insoportable, como nos consta que ocurrió con muchos de los que pasaron por los grupos, o bien para quienes se quedaban, la estimulación del deseo de arreglárselas con las propias dificultades y el renovado interés que resultaba de eso.

Eso lo pueden atestiguar varias generaciones de analistas que con esa impronta han realizado y realizan importantes contribuciones en el campo del psicoanálisis aplicado a la infancia.

El Dr. Fukelman se dedicaba al psicoanálisis. “Dedicado al psicoanálisis” es la expresión que él mismo solía elegir para ser presentado y esta dedicación al psicoanálisis resultaba, según sus propias palabras, de la encrucijada entre el análisis personal, la práctica clínica y sus lecturas.

A mí me gusta pensar que este libro tiene mucho que ver con la música. Violeta Gainza, personaje clave en este proyecto, viene de la música, de una vida dedicada a la música y de un recorrido prominente en ese campo.

Y por extraño que pueda sonar fue en términos musicales que  le planteamos a Jorge esta invitación.

Le dijimos: vamos a encargarnos de inscribir cada conversación imaginando que es el registro de música en unaprimera toma. Toma 1 que contiene una intención que ya no se repite en la sucesivas tomas. Pero como primera toma amerita luego un ordenamiento, plantea ciertas posibilidades, impone algunas obligaciones.

Casi como si le hubiéramos dicho: “Jorge: vas a grabar un disco y nosotros nos vamos a encargar de escribirlo.”

           Los lectores especializados, sobre todo los que han estado bajo la égida de la transmisión de Jorge, sabrán juzgar el espíritu de esa labor de escritura que con Paula hemos llevado a cabo.

          Y justamente, quizás en una evidencia de cómo el maestro escuchaba, en el primer capítulo de “Conversaciones”, la primera intervención  de Jorge es una referencia sobre la cantante María Bethania y un particular enlace entre la música y el perfume.

Buenos Aires (Biblioteca Nacional), 17 de septiembre de 2011

Más información: http://www.facebook.com/pages/Conversaciones-con-Jorge-Fukelman-Psicoan%C3%A1lisis-Juego-e-Infancia/260334663998737?sk=wall

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