Nacido en Argentina, Porteño para más datos, allá por 1944. En España, mejor aún, en Andalucía, desde hace más de 21 años. Como el bolero, “Toda una vida…”
Arquitecto, con algunas incursiones en el mundo del Diseño Industrial y más aún, en el del Arte. Son menos las llevadas a cabo en el difícil arte de la escritura. Ahí sí que hay que parafrasear a Antonio Muñoz Molina: “Qué escribir y qué callar”. ¡Y cómo!
Es difícil escribir sobre uno mismo porque, siempre, acechará el riesgo de la presunción, la pedantería, la jactancia, que no es poco. Para hacerlo, o decirlo de forma más simple: el auto elogio y otra vez habrá que citar a Muñoz Molina.
No se si cabe aquí enumerar obras o proyectos porque, siempre se hablará de los más queridos o de los que más hayan implicado compromiso emocional y que, si bien dan por resultado proyectos, en general, buenos e incluso potentes, no implican re-súper re calidad ¡oh el habla de los adolescentes argentinos!
Bueno, todo esto no es tan cierto. Son buenísimos. Súper, re-súper re buenísimos. Y, además, he ahí el peligro, otros se quedarán olvidados en la cuneta.
De todos modos, hay que decirlo, cuando se levanta finalmente el lápiz del papel porque, como decíamos, el proyecto es potente, se tiene una sensación orgásmica, sí, orgásmica.
Al igual que cuando la obra se termina, aunque aquí cabe señalar que, lo que se siente es que uno ha engendrado una criatura pero no la verá crecer, madurar ni la disfrutará porque el cliente se la apropiará de por vida.

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